16 deseos
Siguiendo con las películas sobre deseos, tenemos también la película para TV de Disney, 16 deseos. Mientras que en 7 deseos nos mostraban el precio del egoísmo, en 16 deseos, con un público objetivo más joven, y con las tramas family friendly de Disney, trata de la madurez, un poco del egoísmo, y sobre todo se centra en el mensaje de apreciar lo que tenemos.
La trama
Seguimos la historia de Abby, una chica que está cumpliendo 16 años, un cumpleaños que tiene tanta importancia en USA, como lo tiene los 15 años en México y otros países latinoamericanos. La película nos muestra un poco sobre su vida, y las personas que la rodean, para revelar el incidente mágico que será la base de la trama.
En este caso, la lista de deseos escritos por Abby al paso de los años, de forma completamente inocente, y sin pensarlo mucho, de un momento a otro se convierte en realidad gracias a la llegada de las velas mágicas que supuestamente pueden cumplir estos deseos. Me parece muy bien que en 16 deseos se utilice esto para establecer los deseos inmaduros, ya que no es una decisión de la protagonista apresurada, ni tenemos oportunidad de llegar a pensar en mejores deseos, ya que Abby no puede hacer nada más.
Tenemos deseos que van desde “ser la más popular”, y buscar gustarle a un chico, como ocurre en 7 deseos, hasta “deseo que me guste el sushi”, “tener la ropa más linda”, “conocer a Justin Bieber”, varios deseos más que claramente fueron escritos sin pensar que realmente se pudiera cumplir cualquier cosa que colocara en la lista.
“Deseo que dejen de tratarme como una niña”, es el deseo más relevante de todos, pues muestra ese típico deseo de los niños, sobre todo de los adolescentes, de querer ser tratados como adultos capaces, a pesar de tener poca o nula experiencia en “el mundo real”, y carecen de responsabilidades. En 16 deseos, Disney nos hace ver cómo el querer crecer demasiado rápido nos puede hacer perder aquellos momentos que solo se dan en la infancia y la adolescencia, lanzándonos de cabeza a un mundo solitario y cruel.
Al final, como siempre pasa, tenemos a la protagonista aprendiendo de sus errores, con un escape muy sencillo que le permite vivir su vida aplicando lo que aprendió en el camino. Esto no tiene nada de malo, aunque sería bueno ver que Disney apostara de vez en cuando por otro tipo de finales, aunque sea para sorprender a su audiencia.
Por otra parte, tenemos el interés romántico, su mejor amigo desde la infancia, que la ama en secreto, al cual Abby no le presta la más mínima atención en este sentido. De hecho, el que haya quedado juntos al final queda un poco forzado, puesto que si bien Abby se siente mal al perderlo, no llega a mostrar sentimientos románticos en ningún momento.
Por último, su relación de enemistad con Krista, una chica que cumple el mismo día que ella, y que parece odiarla sin razón. Esto se resuelve fácilmente con la típica carta de Disney de “los problemas se resuelven hablando”, que sí, es verdad que los problemas si se resuelven así, pero eso no significa que deban quedar como amigas inmediatamente.
El deseo de madurar
Esto es algo que la mayoría de los niños y adolescentes llegan a desear, el querer ser adultos para dejar atrás todas las reglas y las restricciones, tener su propia vida, vivir a su ritmo… pero, cuando la realidad de ser adulto, y sus responsabilidades los golpean en el rostro, comienzan a desear volver a ser niños sin preocupaciones, justo como ocurre con Abby.
En su caso, esto es mucho más literal y abrupto, mostrándonos cómo ella no está preparada para esta vida, cómo sigue necesitando a sus padres, a sus amigos, e incluso a su hermano molesto. Por un momento la vemos feliz comprando decenas de vestidos a crédito, cosa que en la vida real podría llevarla a aguantar un poco de hambre en lo que paga, si tiene un trabajo pequeño, de poco sueldo.
Y aunque nos encantaría decir que todos los adultos amanecemos con un buen empleo, un apartamento bonito, y cuentas de crédito a disposición, nada de esto es cierto. Abby se da cuenta rápidamente de que esa vida solitaria y llena de deberes, no es lo que quería, y que solo necesita sentirse apoyada y amada como antes.
El deseo momentáneo
Si Abby hubiera tenido la oportunidad de elegir cuáles deseos cambiar, probablemente hubiera ido por más, como fortuna, belleza, o amor de parte de alguien mucho mejor que el chico que eligió al principio de la película. Pero, la decisión de colocar esta restricción fue muy acertada, pues podemos ver cómo las cosas que eran tan importantes para nosotros en ese momento, ya no importan, o se han olvidado por completo.
Como mínimo el deseo del sushi dejaría de existir, pues sería algo de segundo plano, entre todas las opciones de las que puede elegir.