Desencantada: El arrepentimiento y la aceptación

Desencantada

Desencantada

Ya está disponible en Disney + “Desencantada”, la nueva secuela de la famosa, y querida, película “Encantada” del 2007. 

Se trata de una nueva aventura protagonizada por Giselle, que se enfrenta a la vida real después de su “felices para siempre”. Con una bebé demandante, una adolescente malhumorada, y el agobio de sus responsabilidades, comienza a dudar de si esta era la vida que realmente quería. 

 

El arrepentimiento

“Desencantada” inicia con un pequeño resumen de la historia de Giselle, cómo llegó a New York, se enamoró, y finalmente, se casó. Desde el punto de vista de los Andalasianos, y de la misma Giselle, este es el “felices para siempre”, ya nada de mayor importancia debería pasar después de eso. 

Por desgracia, así no es como ocurre en la vida real. Después de dar a luz a su hija, Giselle comenzó a experimentar la verdadera carga de un adulto, y más aún, de ser una madre. Entre trasnochos y problemas constantes, Giselle cada vez fue sintiendo que su vida era menos perfecta, menos mágica, y comenzaba a extrañar su hogar. 

Aunque no lo dice directamente, y se fuerza a mantenerse siempre positiva, ella se arrepiente en el fondo de escoger ese mundo, razón por la que comienza a buscar un nuevo lugar, en el que sienta que las cosas pueden volver a ser como en Andalasia, pero sin tener que abandonar a su familia. Es así, que decide mudarse, pese a las quejas de su hijastra, a los suburbios, en una nueva zona que mantiene un tipo de atmósfera que atrae a Giselle. 

 

El punto de quiebre

Giselle parece nunca perder el espíritu. Se emociona con la mudanza, y, al llegar, pese a estar todo hecho un caos, ya que aún no termina la remodelación, ella no existe ningún problema, cada mínima cosa, es una razón para estar feliz. 

Sin embargo, estar en esta nueva ciudad no es tan maravilloso como Giselle imagina. Su hijastra no deja de quejarse por el cambio, todas las cosas en la casa fallan, e incluso Robert se siente incómodo de estar tan lejos del trabajo. 

Todo esto hace que, poco a poco, Giselle intente mantener todas las cosas en orden, ver el lado bueno, de una manera muy poco sana. Llega a causarle problemas a Morgan, su hijastra, por no darle espacio, y querer resolver todo a su manera. 

En medio de las discusiones por ello, Giselle, al paso de los días, se da cuenta de que todo le sale mal. Ya no es la princesa risueña y despreocupada de antes, sino que es más consciente que nunca, de que ese no es su lugar original. 

Ella, que considera la magia algo completamente normal, y bueno, no duda en utilizarla para cambiar su mundo entero, sin importar si los demás están de acuerdo con ello o no. Se guía únicamente por el pensamiento de que, si las cosas fueran como en Andalasia, todos serían felices para siempre.

 

La varita y las inseguridades

La razón por la que este problema escala tanto, es debido a que el rey Edward y la reina Nancy, que ahora son los padrinos de la bebé de Giselle, le han traído a su ahijada una varita de los deseos como regalo. 

Este es un regalo inocente, que solo tiene la intención de hacer feliz a la pequeña, cuando ella crezca lo suficiente como para pedir sus deseos. Lamentablemente, desde que la presentan como un objeto que solo pueden usar verdaderos Andalasianos, causan la tristeza de Morgan, que se siente excluida. 

Pero, lo verdaderamente malo llega cuando, Giselle, que ya no puede más con ese estilo de vida, desea que todo el mundo sea como en Andalasia, llena de magia y felicidad. 

Esto causa que, al día siguiente, Giselle se despierte en una nueva realidad, en la que el mundo real se ha llenado de magia, y todos parecen alegres y despreocupados.

Desencantada

El error de Giselle

Al ver todo esto, Giselle lo toma como una bendición. Ahora no hay problemas, todo es perfecto, e incluso Morgan ha dejado de ser malhumorada, y se comporta como una doncella dulce, inocente y gentil. 

Giselle es incapaz de pensar que esto pueda ser algo malo, y sigue su día con normalidad, quedando maravillada por cada pequeño detalle. Aunque, la parte mala de todo esto no tarda en aparecer.

Mientras su esposo Robert lucha por primera vez con las grandes bestias mágicas, Giselle se va de compras con Morgan, para que tenga algo para usar para el baile. Es en esta tienda, que Giselle empieza a cambiar. 

De pronto se vuelve vanidosa, y trata con cierto desprecio a Morgan. A pesar de que nota esto, e intenta detenerse a sí misma, no es posible. 

Ahora que viven en un cuento de hadas, Giselle, que es una madrastra, no tiene más opción que ser malvada. La magia que ella misma ha convocado la cambia cada vez más, mientras lucha contra el reloj en busca de una solución. 

 

La aceptación

Luego de mucho drama, bailes y cantos, Giselle se da cuenta de lo mal que estuvo su deseo. La única salvación que queda es Morgan, que debe enfrentarse por su propia cuenta a todo este desastre. 

En este punto la historia cansa un poco, es muy cliché, sin ningún giro de trama, ni nada por el estilo. Se sabe lo que va a pasar de principio a fin, y algunas de las canciones, cansan por lo alto de las notas, y la repetición. 

Aun así, esto es justo lo esperado en este tipo de historia, por lo que no es un gran problema. Por el contrario, mantiene la trama sencilla y entretenida. 

Al final, Giselle logra aceptar la realidad en la que vive, deja su deseo por la magia de lado, y se centra en su familia, y el amor que se tienen. 

Por otra parte, Morgan se siente completamente aceptada como una Andalasiana, y como la hija de Giselle, haciendo que su lazo se fortalezca. 

 

¿Vale la pena “Desencantada”?

Desencantada es justo lo que la audiencia esperaba, una película simple, con mensajes sobre el amor, la aceptación y la vida. Todos los personajes consiguen volver a sus papeles con éxito, pese a los años de diferencia entre ambos filmes. 

Es una buena opción para ver en familia, y dejarse llevar por la nostalgia.