El planeta salvaje
El planeta salvaje es ese tipo de películas que debes ver si quieres replantearte ciertas ideas, dudar sobre la forma en que ves el mundo, o si simplemente quieres ver algo “raro”.
Siendo considerada una película de culto, esta cinta animada de los 70, años en los que aún se consideraban a las animaciones como meras “comiquitas” para niños, permanece en la memoria de muchos justamente, por no haberla entendido en lo más mínimo durante su infancia.
Y es que esto se debe a que un filme tan existencialista y surrealista, no es para que lo vean los niños, que fácilmente pueden confundirse al verla, sino para verla en una edad más adulta, en la que seamos capaces de apreciar y entender en profundidad la idea distópica que nos vende esta película.
Resumen
Nos encontramos con una distopía, en un mundo habitado por extrañas criaturas gigantes de color azul, que poseen un intelecto superior al humano. Ellos pasan su vida como seres “superiores”, y disponen de otras especies para su entretenimiento, de la misma forma en que nosotros hacemos con las mascotas.
Lo especial de esta cinta recae en el hecho de que somos nosotros, los humanos, las mascotas de estos seres extraterrestres, y que además, parece estar ambientada en una época primitiva, ya que los humanos de la cinta, van por ahí como seres salvajes, con apenas el intelecto suficiente para comunicarse y organizarse.
La trama da a entender que para los extraterrestres, llamados Draags, no somos más que hormigas, mientras nos tratan como a un perro, o un mono. En el planeta existen humanos en libertad, sin embargo, estos se encuentran en las afueras de ciudades, asentados como plagas molestas para los Draags.
Por otra parte, los que son adoptados son entrenados para su “domesticación”, haciendo trucos, jugando o incluso peleando entre sí para entretener a sus dueños.
Con esto nos presentan a Terr, un humano que perdió a su madre de bebé luego de que unos niños Draags la molestaran, jugando con ella y dejándola caer desde gran altura, de una forma que recuerda a cuando se hace lo mismo con las hormigas.
Pronto llega otra niña Draag, que toma a Terr y lo adopta. Esta niña trata mejor a Terr, vistiéndose y alimentándolo, pero aun así, lo mantiene con un collar que puede arrastrarlo de un lugar a otro, para que no pueda escapar. A pesar de ser considerado poco más que un animal, Terr consigue comprender y hablar el idioma Draag.
Por un error en este collar, Terr comienza a recibir los conocimientos que se le transmiten a su dueña mediante una diadema educativa, que pone estos conocimientos en los cerebros de ambos.
Mientras esto sucede, nos revelan que los humanos están ahí porque los Draags pensaron que eran una especie inteligente, sin embargo, al descubrir que solo sabían adaptarse y organizarse, perdieron el interés, teniendo como único problema, el saber si serían capaces de evolucionar, cosa que la gran mayoría no consideraba que pudieran lograr.
Por esto, los padres de la niña, a pesar de saber que Terr comenzó a tomar la diadema de su hija, no le dan ninguna importancia, ya que creen que no podrá entender las clases de todas formas. Aun así, le dicen a su hija que no tenga a Terr cerca en sus horas de estudio, ya que él la distraerá.
Debido a esta prohibición, a Terr no le queda más opción que huir, junto con la diadema. Una vez afuera, se encuentra con humanos salvajes, que se burlan de él al principio, pero que terminan aceptándolo a él, y a los conocimientos que trae consigo.
Los demás humanos aprenden rápidamente el idioma Draag, así como el uso de sus herramientas y trampas, logrando salvar muchas vidas con esto. Ya sabiendo leer, se dan cuenta de que pronto van a “fumigar” el lugar donde viven, puesto que los Draags consideran que la plaga de humanos salvajes es cada vez más grande.
Lamentablemente, muchos humanos mueren a causa de esto, pero Terr logra salvarse junto con su pareja, y la diadema. Ellos se unen a otras comunidades de humanos, hasta ser muchos más, logrando utilizar todas las armas Draag a su favor, para así huir de ese planeta que los mantiene constantemente al borde de la muerte.
De esta forma, usan cohetes para irse a otro planeta, al que llamaban “el planeta salvaje”, en este, descubren que los Draags utilizan una especie de segundos cuerpos para poder reproducirse, por lo cual deciden romper estos cuerpos, que son mucho más frágiles, y no tienen con qué defenderse.
Los Draags, alarmados por el suceso, terminan cediendo, haciendo las paces con los humanos, creando un nuevo mundo artificial, al que llamaron “Tierra”, donde los humanos pudieron vivir al fin en paz.
¿Por qué esta cinta es tan distinta?
Muy lejos de las animaciones con fines de entretenimiento de la época, El planeta salvaje llega de la mano de René Laloux, cuyos primeros trabajos de animación se vieron influenciados por su trabajo colaborativo con pacientes psiquiátricos, además de su afición por el arte surrealista, que podemos ver dentro de la cinta, que tuvieron claramente la influencia de Salvador Dalí, y algunos artistas más.
Esto, combinado con su trama filosófica, solo podía dar pie a una experiencia existencialista que roza con el humanismo.
¿Qué nos quiere decir esta película?
El mensaje más claro y relevante, es mostrarnos qué pasaría si nosotros no fuéramos la especie dominante, si existiera algo más grande y poderoso que nosotros, que nos tratara de la misma forma en que tratamos a las especies que consideramos “inferiores”, como son los animales.
Todo esto, por supuesto, mientras profundiza en la forma de razonar y actuar del ser humano. Por una parte tenemos la curiosidad, combinada con el instinto de supervivencia, que los impulsa a aprender más y utilizar esos conocimientos.
Por otra parte, tenemos el temor a lo desconocido, la desconfianza y malas decisiones que llevan a la muerte de muchos humanos salvajes, cuando algunos de estos se niegan a avanzar. Y claro, el toque final de que destruimos todo lo que tocamos, con tal de una “mejor vida”, o mantener un estilo de vida, que claro, nunca falta en este tipo de filme.