Footloose, la iglesía contra la expresión

Footloose

Footloose

Entre los clásicos del cine de los 80 destaca sin dudas Footloose, que con su éxito, consiguió un reboot en 2011 que, si bien no pudo superar a su primera versión, tampoco fue particularmente mala. Esto todo gracias a que ambas producciones tuvieron al mismo director, que se encargó de que nada de la esencia de la primera película se perdiera, mientras profundiza un poco en ciertos temas que pasó por alto la primera. 

Pero, ¿qué es lo que hace a Footloose un clásico al punto de aún hoy en día ser transmitido en TV de vez en cuando? Sin duda alguna, su música. Footloose es uno de esos musicales que logra hacer que su música sea mucho más entretenida e inolvidable que su propia trama. Tenemos una buena trama, claro, hay buenos argumentos, pero realmente no llegan a ser algo tan destacable como la música, sobre todo la canción final, que le da nombre a la película.

 

La trama

Seguimos la historia de Ren McCormack, un adolescente de Chicago, que ama el baile. Por alguna razón, termina mudándose a un pueblo religioso, en el cual, la mayoría de la autoridad, así como sus leyes y normas, son regidas por un reverendo.

Si bien Ren no es tan rebelde como para ir por ahí rompiendo leyes solo porque sí, se sorprende mucho al enterarse de que en ese pueblo está prohibido el baile y el rock, todo esto a causa de una fiesta, ocurrida hace años, en la cual un grupo de 5 jóvenes perdieron la vida en un accidente de auto, mientras bebían y escuchaban esta música. 

Por supuesto, es una tontería prohibir todo un género musical, así como el baile, solo por un accidente, que fue más culpa del alcohol y la irresponsabilidad, que de otra cosa. Lamentablemente así no es como lo ven las personas del pueblo, que al enterarse del suceso, lo único que querían era asegurarse de que sus propios hijos estuvieran a salvo, cosa entendible, pero que no debía llegar tan lejos. 

A fin de cuentas, las cosas prohibidas son las que más les gustan a ciertas personas, sobre todo a los adolescentes. De cualquier manera, Ren, quien no puede imaginar un mundo sin baile, decide tomar cartas en el asunto, y poner a los demás jóvenes de su lado para acabar con esta prohibición absurda.

Las cosas no son nada fáciles para él al principio, pues muchos se ponen en su contra, sobre todo el reverendo, que más allá de estar molesto por la falta de respeto a su autoridad, le enfurece que a Ren no le baste con ello, y “seduzca” a su pobre hija, quien para su sorpresa no es una santa, y está cansada de fingir solo por la posición de su padre. 

Footloose

La separación de la iglesia y el estado

Si bien en esta película vemos a un montón de adolescentes queriendo bailar, y hacer fiestas, el argumento realmente va más allá de eso, y lo demuestra en varias ocasiones. Hablando tanto de la película original, como del reboot del 2011, ambas canónicas, al ser del mismo director, podemos ver cómo se critica una y otra vez el hecho de que la iglesia tenga la suficiente autoridad como para imponer normas, en pleno siglo XX.

Esto nos recuerda a los años en los que la iglesia tomaba la mayoría de las decisiones en los pueblos, e incluso ciudades, donde más que ser un pecado, era ilegal no seguir las enseñanzas de Dios. Esto solo llevaba a una cosa, el que las personas buscaran otros lugares o métodos para saltarse las normas, y poder practicar sus verdaderas religiones, o poder vivir sin estar del todo atados a las normas. 

En el caso de la película, esto lo podemos ver cuando los chicos llevan a Ren al borde a las afueras del pueblo, donde hay una taberna del otro lado, con música sonando a todo volumen, alcohol y baile por doquier. Los adolescentes que aman el baile nunca dejaron de hacerlo, simplemente buscaron otra forma, dejando en claro que por más que prohibiera, por más normas que colocaran, jamás iban a poder manejar sus vidas.

Esta rebeldía adolescente, por más que siempre se le quiera hacer ver así, como algo pasajero, realmente es algo que tenemos toda nuestra vida, son pocos los que realmente se dejan imponer sin ninguna resistencia normas que van en contra de sus deseos, a menos que la persona en cuestión sea conformista, y no tenga ninguna pasión o sueño real. 

Por esto, en la antigüedad, pasaba exactamente lo mismo, e incluso lo podemos ver hoy en día, por ejemplo, en los países árabes, donde suele ser común que se prohíba el consumo de licor y cerdo, y aun así, pese a su religión, y a las normas del país que prohíben la venta de este tipo de carne, hay islas, pueblos, y lugares especiales, donde las personas con suficiente dinero van a consumir ambos, sin ningún tipo de impedimento. Como siempre dicen, las reglas están hechas para romperse.

Además de esto, en ciertas escenas podemos observar cómo la iglesia controla casi todo aspecto de la vida de las personas de este pueblo, no tanto en forma de fanatismo, o muchas leyes, sino solo por el hecho de que lo diga la biblia, o el reverendo. No trabajar o beber cierto día, no comer carne, no nombrar al señor en vano… cosas por el estilo, lo cual es normal, cuando las personas siguen una religión específica, sin embargo, en este pueblo no es que todos sigan sí o sí la misma religión, sino que esta es parte del pueblo de tal forma que de una u otra manera afecta sus vidas.

Al final tenemos a todos los adolescentes en el baile que tanto deseaban, luego de dejarle en claro al reverendo que no permitirían que controlara también sus vidas, así como declarar que el baile de graduación se haría de forma responsable. Y claro, como olvidar el último baile de la película, con una coreografía y música tan buena que en su momento fue nominada al Oscar por mejor canción.